lunes, 24 de septiembre de 2012

Oda al otoño (autor John Keats)


Estación de las nieblas y fecundas sazones,
colaboradora íntima de un sol que madura,
conspirando con él cómo llenar con premura
la fruta que alegra todos esos corazones
 

y bendecir las viñas que corren por las bardas,
encorvar con manzanas los árboles del huerto
y colmar todo fruto de madurez incierto;
de calabazas hinchadas y avellanas pardas

con un dulce muy interior tu  haces brotar tardías
a numerosas flores hasta que las abejas
calurosos creen interminables los días
pues rebosa el estío el en esas celdas viejas.

¿Dime quién no te ha visto ahí en medio de tus bienes?
Quienquiera que te busque ha de encontrarte primero
por ahí sentada con descuido en un granero
aventado el cabello dulcemente en tus sienes
 

o en surco no segado sumida en hondo sueña
aspirando amapolas, mientras que la hoz respeta
gavilla de entrelazadas flores y a su dueña
 

o te mantienes firme como una espigadora
cargada la cabeza al cruzar una hondonada
o al lado de un lagar con tu paciente mirada
ves rezumar la última sidra hora tras hora.

¿En dónde con sus cantos está la primavera?
No pienses más en ellos sino en tu propio canto.
día que entre nubes florece por vez primera
y tiñe los rastrojos de un matiz rosa tanto
 

cual lastimero coro los mosquitos se quejan
en los sauces del río, alzados lo alto dejan
conforme el leve viento se reaviva o se muere;
 

y los corderos balan allá por las colinas,
los grillos en el seto cantan, y el petirrojo
con dulce voz de tiple silba en algún abrojo
y trinan por los cielos bandos de golondrinas.

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